miércoles, 3 de junio de 2009

Buscando un beso a medianoche



Recuerdo con buen sabor de boca el final de esta estupenda película. Sencilla, contundente, y bien hecha en general. Acostumbrados a megasuperproducciones o un cine independiente exento de algo que no sabemos muy bien qué es (al menos, a mí me pasa que unas veces el guión es demasiado flojo. Otras, las interpretaciones mediocres, alguna que otra vez el final es agridulce, con falta de garra... Sí, casi siempre suele ocurrir esto... Y oye, no pasa nada, es cine indie, oki? Mientras sean buenas ideas...), da gusto ver de vez en cuando un film redondo, no un mega film, no la película definitiva del año en el festival de sundance, no el pelotazo de los oscars... No sé, simplemente, una buena historia, una historia normal, de la calle, bien contada, con buen final y con una realización más que decente.

Me es inevitable no asociar esta canción con dicho film, evidentemente. Y ya no sólo con esta peli, porque esta canción... Tiene historia.

Recuerdo poner la letra del comienzo en un examen que hice sobre el nazismo, explicándole al profesor cómo se sentirían los presos del campo de Auschwitz días antes de que los rusos les dieran candela a los nazis. También he compartido noches veraniegas en el parque cantándola bajo efectos que no debería escribir en estos momentos, he hecho versiones en locales de ensayos llenando de cierta magia indescriptible el ambiente... En definitiva, una canción de esas con mogollón de mensaje, como diría Santiago Segura.

Quizá sea por eso por lo que me gusta tanto la película. Quizá... Quizá sea por eso, lo cual hace que me pregunte; ¿hasta qué punto la música puede llegar a ser efectista en una película? En esta película en concreto, no creo que tal efectivismo llegue a darse, pero... ¿seguro? ¿Y en otras producciones? Sólo tenemos que irnos, por ejemplo, a alguna de las tres partes de la trilogía Qatsi de la cual ya escribí en este blog, ¿efectismo por parte de Glass?... En fin.. Qué más da... Quiero que me efectiven en las salas de cine a través de ese órgano al que apenas prestamos atención... Nuestros maravillosos oídos.

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