lunes, 21 de abril de 2008

Trilogía Qatsi

La trilogía qatsi (que significa “vida” en el idioma hopi) es una película de género documental pero sin voz en off ni presentadores ni actores. El director tenía clara las tres ideas principales que serían la base de dicha trilogía y del documental en general. La primera de ellas era crear un cine sensual, diferente. La segunda es que pretendía atraer a un público en busca de cine no narrativo, ofreciendo ideas atractivas y no pretenciosas (aunque en algunos momentos pueda pecar de efectista). La tercera y última es su compromiso con el mensaje que hay en el fondo de la trilogía: naturaleza y cultura han perdido su propio equilibrio en la era moderna, y pueden empezar a dar vueltas sin control si la humanidad no despierta a los peligros que genera su desmedido orgullo tecnológico.

A lo largo de toda la trilogía nos muestra un paso por la naturaleza, con esa paz de las inmensidades y el orden natural que podemos encontrar en dichos paisajes. Después cambia esas imágenes para pasar a la gran urbe usando de nexo ejemplos como el lanzamiento de un cohete al espacio o religiones o elementos naturales como agua, sol, etc. Dependiendo de qué entorno nos muestre la película, ya sea la ciudad, o el campo, nos muestra el paso inminente y dramático de la naturaleza a su propia destrucción de la mano del hombre. La crítica en este aspecto es el principal objetivo del director.



El director de dicha trilogía nació en 1940. Trabajó algo más de cinco años (1975-1983) para realizar su primera entrega sabiendo desde un principio que lo que quería grabar era una trilogía, estrenando su última entrega en 2002. Una de las particularidades del film (en la que no se escucha ni una sola palabra) puede deberse a que su director, Godfrey Regio, vivió 14 años en silencio y plegaria cuando estudiaba para ser monje y a lo que se dedicó gran parte de su vida antes de filmar esta trilogía, en la que también ha invertido más de dos décadas. De esa forma tan personal y particular de vivir su vida, consigue transmitir en sus películas cierto ambiente envolvente por el que puedes sentirte mucho más implicado o absorbido con sus imágenes.



Estamos en un mundo rodeado de edificios enormes, donde la gente corre y tiene prisa por todo. Un mundo en el que la belleza visual se centra en el culto al cuerpo y lo que nos preocupa es comer la mejor comida, beber la mejor bebida y vestir los mejores trajes. Godfrey nos avisa de lo que está ocurriendo de una manera más que poética. Nos sumerge en un mundo de imágenes infinitas, a veces ralentizadas, otras aceleradas, creando dinamismo e impacto en el espectador. Quizá busque con eso despertar ciertas inquietudes que él tuvo en su época de monje. Ciertas inquietudes que probablemente tras una vida ascética le ocasionaron una visión del mundo excesivamente tecnologizado que olvida el cuidado de la naturaleza no sólo como factor geográfico, sino como fuente de paz y lucidez para el hombre. Esto tiene su traducción en las imágenes de la película puesto que la naturaleza aparece reflejada de una forma armónica en contraposición de la aceleración en el ritmo fílmico que se muestra en las escenas de la ciudad y su “ritmo cardíaco”. Casi parece querernos dar entender que el mundo está autodestruyéndose puesto que, aún insistiendo en que nos fijemos en sus espacios naturales y disfrutemos de él, compartiendo sus bellezas y su paz eterna, se va a pique gracias (o por desgracia) al ser humano. El director de esta trilogía nos da una de cal y otra de arena con este planteamiento que se presenta como fundamental a lo largo de la película. Nos muestra de forma sutil (y a veces algo efectista gracias al compositor Philip Glass), los caminos que la sociedad va tomando, esa sociedad de la que somos partícipes y que tan poco se preocupa del entorno en el que vive. Como ya he dicho, todo esto queda enmarcado por una música que acompaña este mensaje y que facilita la comunión con él.

A raíz de todas estas sugerencias me inquieta la sensación de que sea imposible escapar de la sociedad en la que vivimos.

Sin duda alguna, la primera de las tres partes es la más emocionante y bonita. Todo un mosaico de poder por parte de la madre naturaleza ante el intento de “colonización” del hombre, su trepidante ritmo de vida y su amada tecnología.



Todos los vídeos forman parte de la primera entrega de la trilogía Qatsi.

4 comentarios:

JKasker dijo...

Es agradable descubrir la belleza en cosas aparentemente tan sencillas como las nubes o el agua, paradojicamente es terrorífico comprobar que si te alejas una ciudad, una fabrica, un pozo petrolífero ardiendo puede parecer tb de enorme belleza. Había visto imagenes parecidas, aunque no las asociaba a Godfrey Reggio. Con la música de Philip Glass de acompañante creo que cualquier palabra sobra.

Nicótoe dijo...

MAGNIFICO!!

Aunque cierto es, sobran las palabras.

Anónimo dijo...

Bien, te he desenmascarado. No creer en tus palabras me llevó a la confusión, por eso no te había buscado antes...Ahora que te he encontrado, te felicito por el blog.
Me gusta.

Brindo contigo!

Dif!

Madame Psicosis dijo...

Me gusta mucho este post.
Frecuentaré a menudo, a ver con lo que me sorprendes!

Un saludo