martes, 13 de mayo de 2008

El ¿imprescindible? descenso a los infiernos

Últimamente, de manera fantasmagórica a la vez que sensual, merodea por mi mundo la idea del descenso a los infiernos.

Dicho descenso implica múltiples acepciones, conjuros, mitificaciones orgiásticas y un eterno etcétera en el que sólo hay cabida para la duda.

Son múltiples los artistas que han descendido a la morada de Lucifer y luego han despegado como la espuma hasta el estrellato o la fama. Parece que venden su alma. Je.

Pero los que a mí me interesan son aquellos que han bajado a lo más profundo de las entrañas de la tierra, donde se han regodeado con el lodo, y por una u otra causa han perecido en el camino llegando, muchas veces, a suicidarse.

¿Cuáles son los motivos para que Ian Curtis se ahorcara? ¿Cuál era su infierno? Y más allá de eso, ¿el suicidio siempre tiene que ir ligado a ese descenso infernal o dicho viaje místico tiene que ir ligado al suicidio?

Es cierto que muchas veces ese descenso implica un refuerzo en la obra del artista o en su vida personal. Y si no, que se lo digan a Chuck Palahniuk (el cual tuvo que trabajar, entre otros trabajos, como mecánico de camiones teniendo en su [requerido por esta sociedad hasta la saciedad] curriculum vitae una licenciatura en periodismo), Mica P. Hinson (con una adolescencia y pasado propia del mayor yonki delincuente del barrio) o Johnny Ramone (delincuente en potencia en su juventud).

En el cine también han reflejado dichos descensos, viajes místicos en los que el protagonista ha vislumbrado el camino a la gloria. Nacido el 4 de julio refleja ese viaje y la rápida subida al mismo trono de la gloria. Es curioso, ya que en el cine, nos muestran ese descenso y el súbito ascenso de la manera más evidente y simple que podamos llegar a pensar, pero en otras ocasiones, como en El almuerzo desnudo, La escalera de Jacob o Johnny cogió su fusil, los infiernos son eternos, aunque no una condición relevante e imprescindible para el suicidio. Al menos en el argumento, claro...

También la literatura está plagada de casos en los que el escritor o la escritora han creado verdaderas obras de arte, novelas que se consideran joyas de la literatura, que no han sido reconocidas y dichos autores se han visto envueltos en los más oscuros paraderos de la mente humana. Toole (duele saber que has escrito una obra inmejorable y que la rechacen constantemente allí donde la presentes), Burroughs (la generación Beat merece un artículo aparte), Bukowski (infierno del que nunca salió) o el recientemente decubierto gracias a un amigo, Tristan Egolf.

En la música también el abanico es múltiple; (¿quizá, tenga que ver, el coqueteo continuo e infinito con las drogas siempre ligadas a la música?) Jim Morrison, Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Janis Joplin y los menos conocidos pero igual de buenos o mejores, Mark Sandman (no se suicidó de forma voluntaria, pero su personal e íntimo infierno fue atroz, donde las drogas recetadas fueron el pan suyo de cada día), Nick Drake (del cual, mi colega Kasker, publicó un artículo hace poco) o Jeff Buckley.

Muchos de estos viajes están rodeados de misterios, teorías, documentales y demás parafernalia. A mí, lo que realmente me interesa, es el dilema de los proscritos al propio infierno, esas personas (en concreto los artistas, ya sean escritores, músicos, actores, etc.) que renacen cual ave fénix y surge su obra como si de la nada apareciera. Y, cómo no, también esos otros artistas que se sumergen en las brasas de la soledad y la amargura para escapar de esa espiral con pólvora, fármacos o cuerdas atadas en forma de soga.

Queridos lectores, una vez más, este solitario con pipa y copa de coñac os abre una ventana. Una de miles. Pasen y descubran, por sí solos, el resto de la casa.

5 comentarios:

Kasker dijo...

Hay un libro muy interesante llamado "Los destinos trágicos del rock" en el que se repasa la crónica negra década a década y por supuesto hay un espacio para gente como Jimi Hendrix "el salvaje de Borneo", Kurt Cobain, Layne Staley o Hillel Slovak (el guitarrista original de los Chilli Peppers) que murieron por pura autodestrución así como los que murieron por la más trágica de las casualidades como Marvin Gaye, Otis Redding, Marc Bolan o tu idolatrado Stevie Ray Vaughan.
En cuanto a actores la lista no es menos larga, solo este año Brad Renfro y Heath Ledger (curiosamente obsesionado por la figura de Nick Drake) han muerto por mezclas letales de drogas, somniferos, alcohol, etc.

Un artículo realmente inspirado, colega.

Un solitario con pipa y copa de coñac dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Un solitario con pipa y copa de coñac dijo...

Ufff!!! Si es que este tema da para mucho... Es denso hasta decir basta, por eso no incluí a algunos de los que nombras y a otros tantos que nos hemos dejado en el tintero, como son Marilyn Monroe, Bon Scott o Edgar Allan Poe (por decir algunos más...). En fin... Benditos infiernos...

Ego... dijo...

Yo vengo de pasar unos días allí. No te lo recomiendo. La bebida está muy cara.
Un saludo.

Madame Psicosis dijo...

me gusta Dai, me gusta...
No digo mucho porque tengo miedo. No de tí, claro que de tí no. Tengo miedo.